
Uno de los locales más elegantes de Barcelona. Aunque a veces resulte un tanto frío y empresarial, la profesionalidad de los camareros unida a la calurosa bienvenida de los jefes crean de entrada un clima agradable y distinguido. Aunque resulte un acierto cualquier día, cabe destacar dos aspectos notables: esta abierto los lunes, cosa inhabitual en los restaurantes de la ciudad, y tiene una terraza interior que es una joya en verano. En invierno también tienen una suerte de veranda que funciona como terraza cubierta.
Ayer fuimos dos y como siempre todo estuvo perfecto. De aperitivo hay que recomendar sin duda, para quien le guste, el zumo de tomate de la casa que es, según un especialista, el mejor que se pueda probar.
Como aperitivo de la casa nos sirvieron
una crema de calabaza tibia con su empanada de sobrasada. Un gran acierto en el contraste de sabores, temperaturas y, sobretodo, texturas. Casi todas las veces que he venido han acertado con este aperitivo de entrante que varia bastante a menudo.
De entrante pedimos una
ensalada de gambas con tres texturas de alcachofas. A mi que no me encantan las alcachofas, resulto un gran descubrimiento sobretodo presentadas rebozadas y en una crema suave y muy aromática (29 euros).
De segundo pedí un rape con langostinos y sus dos salsas, que resultaron ser un alioli y una salsa romesco preparada de manera casera llenas de suavidad y contrastes.

Este plato es un gran ejemplo de la filosofía del
Roig Rubi: sencillez, pocas virguerías y una excelencia más que notable en la preparación y en el producto. Sus mejores platos se pueden resumir con esa idea de perfección en la cocción y en la materia. En este caso tampoco fallo; el rape era pura mantequilla, los langostinos perfectos y las salsas daban este toque complementario sin desvirtuar la esencia del plato.
Para hacerse una idea se pueden pedir los tacos de salmón (17 euros) o el puré de patatas con huevo frito y trufa negra (36 euros).
De postre pedimos un
coulant de chocolate muy por debajo del nivel del restaurante pero yo soy poco defensor de la mayoría de los postres que he encontrado en los restaurantes de Barcelona, por lo que se le puede perdonar. Mejor pedir unas fresas, siempre de excelente calidad y muy frescas.En definitiva, un restaurante de gran nivel, lleno de une elegancia clásica, con un servicio muy atento y amable donde el producto es el rey de la mesa y que nunca da un paso en falso. Si se quiere comer uniendo la tradición y la excelencia este es el mejor lugar de Barcelona. El precio, un poco elevado, esta acorde con el nivel de exigencia de este gran restaurante.